BIENVENIDOS

5 05 2008

Bienvenidos sean tod@s a este maravilloso espacio.

Aquí podrán disfrutar de la maravilla del arte del mundo, desde las raíces de grecia (OH! Magia), hasta el encanto de Goya.

Solo si son valientes y deciden adentrarse en este mundo sin fin (blog) obtendrán placer gratuito, rico y por supuesto bien diseñado.

Alegria señores y señoras, que están ante el trabajo más bonito que he hecho en este curso, que gozo.

Espero que la ilusión con la que está hecho les lleve por el camino correcto para navegar de este cielo.

 

Solo me queda decirles que comenten mucho, que yo me pasaré de vez en cuando para verlo, siempre que mi estrés me deje.

 

Disfruten y…

 

 

…QUE LA FUERZA OS ACOMPAÑE…

 

(…mis jóvenes padawans)

 

Un besito y un saludo a tod@s los que me han comentado

 

 

**^^CeLiA^^**





En busca del legado oculto

5 05 2008

Una exposición documenta el inicio de los estudios científicos del románico

JOSÉ ÁNGEL MONTAÑÉS – Barcelona – 04/05/2008

Barcelona, 30 de agosto de 1907. Dos miembros del recién creado Institut d’Estudis Catalans parten en tren hacia la Val d’Aran y la Alta Ribagorça con la intención de conocer de primera mano la arquitectura románica, la historia y las costumbres jurídicas de estas dos comarcas, por entonces de difícil acceso. Los viajeros son el arquitecto Josep Puig i Cadafalch y el jurista Guillem M. de Brocà, a los que se les unen el joven arquitecto Josep Godoy; mosén Josep Gudiol, conservador del museo episcopal de Vic, y el fotógrafo Adolf Mas.

En sus maletas llevan más de 90 kilos de material fotográfico, cinta métrica, lápices, cuadernos y cartas de recomendación de los obispados de Urgell y Vic que les abrirían las puertas de las iglesias que encontrarían en su camino. Durante dos semanas los viajeros recorren estas tierras inhóspitas como auténticos expedicionarios. Anotan todo lo que ven, levantan planos y plantas de los edificios, y glosan las peculiaridades de la zona, un trabajo que permitiría sacar a la luz un legado artístico y documental desconocido hasta el momento.

A lo largo de los días el grupo descubre obras extraordinarias, como el Descenso de la cruz de Santa Maria de Erill la Vall, el grupo escultórico de madera más destacado el románico catalán, que hoy se puede ver en el MNAC y en el Museo Espicopal de Vic, y que entonces estaba arrinconado y en desuso (la obra fue ofrecida por el rector a cambio de una onza, que equivale al medio euro actual); las pinturas bizantinas del interior de Sant Joan de Boí y su portada pintada; el banco de Taüll, y sobre todo las pinturas románicas de Santa Maria y Sant Climent, que permanecían escondidas detrás de un retablo del siglo XVI y que hoy son Patrimonio de la Humanidad.

Su periplo está recogido en la exposición La misión arqueológica de 1907 a los Pirineos, que muestra el material que emplearon; los cuadernos originales llenos de notas; las plantas, secciones y detalles de edificios y objetos de Puig i Cadafalch; los apuntes de mosén Gudiol; las cartas de recomendación, y sobre todo, 71 impresionantes fotografías inéditas de los más de 200 clichés realizados durante estos 16 días de viaje que marcaron el inicio de los estudios científicos del arte románico catalán.

La exposición ha sido organizada por Santiago Alcolea, director de la Fundación Instituto Amatller de Arte, depositaria del fondo fotográfico de Adolf Mas, que ha reconstruido y documentado los 16 días de viaje con la idea de presentar el material disperso y revivir los hallazgos y las experiencias de esas jornadas.

La exhibición, que estará abierta hasta el 15 de mayo en la sala de cultura Sant Domènec de La Seu d’Urgell, recorrerá en el futuro las localidades de Cervera, Sort y Esterri d’Àneu, y podrá ser vista en Barcelona en la Casa Amatller el año próximo.

(www.elpais.com)

 

 





Turismo y escultura

5 05 2008

 

CRÍTICA: Exposiciones

JAVIER MADERUELO 03/05/2008

Las estrategias de mercadotecnia en el mundo del arte han necesitado y conseguido la aparición de discursos negadores de la estética y del arte con el fin de acercar el «producto artístico» a las masas. A la sombra de estas estrategias y al calor del dinero que las mantiene han surgido unas «escuelas críticas» que han elaborado teorías, como cualquier otra industria elabora productos manufacturados, surgiendo así más tesis que silogismos posibles, pero ahora no se trata ya de demostrar si éstas son verdaderas o falsas sino simplemente que son ingeniosas. Entramos así en el imperio de la aporía y el anacoluto, que es el campo en el se mueve la exposición Esculturismo, en la cual se presentan trabajos de 11 creadores de una generación que no se formó con la lectura de Las aventuras de Telémaco de François Fénelon sino con los dibujos animados de la televisión. En cualquier caso, no se trata de una exposición de obras de arte sino de comisario, Peio H. Riaño, que se erige en el catalizador que conecta las ficciones de estos creadores para proporcionarles «un pasado común y una historia compartida» cuya pretensión es, nada menos, que provocar que un pequeño paso para el hombre se convierta en un gran salto para la humanidad.

El denominador común de estas obras radica en el intento de suplantación de las realidades cotidianas y de los discursos históricos por una ficción infantilizada en la cual el tradicional cuento de hadas moralizante se ha transformado en patarrada de muñecotes de la tele. Sin embargo, como el comisario reconoce en su texto «no existen imágenes ideológicamente neutras», tampoco lo son los contextos en los que éstas se presentan, por lo tanto, si estas obras se sitúan en el contexto político de la institución que produce la muestra, entonces la tergiversación de las imágenes documentales de acontecimientos históricos, mezcladas con monigotes televisivos, trozos de películas, héroes del tebeo y caricaturas en gomaespuma cobran un sentido que supera la supuesta ironía del mero chiste de café para cobrar un carácter asertatorio en un marco ideológico.

Aprovechando la noción de ironía pero, tal vez, sin conocer la idea de la ironía como impulso creador de Friedrich Schlegel, el breve discurso comisarial (que no teórico) picotea en todos los tópicos, desde la teatralidad del Barroco hasta la «baja cultura», con el fin de presentar unas obras paradójicas e ingeniosas que, apartadas de la tiranía del formalismo, caen en los mecanismos de la narratividad, apoyándose en la función comunicativa de la obra de arte. La ingenuidad tanto del discurso expositivo como del texto explicativo es tan pasmosa que no parece lógico que sea casual. Posiblemente se haya pensado, siguiendo una estrategia, que buena parte del público es ingenuo o que, sin serlo, verá con ingenuidad estas instalaciones y en ellos hará mella la carga de profundidad que encierran sus imágenes, cuya proximidad con las que ofrece la televisión, el cómic y el anuncio publicitario, permite inocular fácilmente en el espectador la semilla de la ficción que suplanta la realidad o del sentimentalismo que ahoga la emoción.

Tal vez, lo más acertado de la exposición sea la elección del título: Esculturismo, término ficticio que hace gala del ingenio desarrollado por los creadores de las obras, ya que se trata de una palabra que surge de la contracción de otras, participando de algunas de sus esencias, como «escultura», ya que muchas de las obras poseen presencia y volumen si bien carecen premeditadamente de ciertas cualidades físicas o materiales; «culturismo», al presentar cuerpos de personajes reales o imaginarios aunque no todos ellos practiquen la körpenkultur; y por último, «turismo», ya que se trata de una especie de viaje por la posmodernidad en el que se vuelve al lugar de partida: la obra, aunque en el transcurso de este viaje por la ficción narrativa se hayan perdido algunas maletas, lo cual le permite al comisario poner en duda la propia idea de arte.

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ARCO ’04

5 05 2008

ARCO cumple su vigésimo tercera edición consolidada como una importante plataforma para el mercado internacional del arte.
Galerías, artistas, coleccionistas, críticos, comisarios, conservadores y teóricos de todo el mundo convertirán Madrid, del 12 al 16 de febrero, en uno de los mayores encuentros artísticos del circuito internacional.

La alta calidad de la selección, el nivel profesional y la oferta multidisciplinar constituyen, junto al carácter abierto y renovador de su propuesta, los aspectos más significativos de la XXIII Feria Internacional de Arte Contemporáneo, que este año contará con la participación de 277 galerías, de 32 países diferentes, – 184 extranjeras y 93 españolas – de Vanguardias Históricas, Arte Moderno, Contemporáneo, Emergente y Experimental.

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El Prado de la fotografía

5 05 2008

El Círculo de Bellas Artes recorre en una muestra de 300 obras los grandes movimientos de esta disciplina en el siglo XX

ISABEL LAFONT – Madrid – 26/09/2007

Hoy, más que nunca, es necesario aprender a leer las imágenes. Así lo afirma Oliva María Rubio, comisaria de la exposición Momentos estelares. La fotografía en el siglo XX que, desde el pasado martes y hasta el 18 de noviembre se ha instalado en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. La muestra, que coincide con la edición en español del Diccionario de fotógrafos del siglo XX, de Hans-Michael Koetzle, recorre, a través de más de un centenar de firmas y unas 300 imágenes, las grandes corrientes de la fotografía del siglo pasado. “No se trata de una historia de la fotografía del siglo XX”, precisa Rubio. “No se puede hacer porque cada uno haría su historia. Sí que es un recorrido muy didáctico porque da la sensación de que hay un gran desconocimiento de lo que ha sido la fotografía en el siglo XX”, añade.

Rubio quería romper con la idea “maniquea” de que la fotografía, o es artística o es documental, un debate que se remonta al momento mismo de su nacimiento en 1839. Por el contrario, lo que la exposición refleja es cómo esas dos corrientes caminaron mano a mano durante el pasado siglo. Así, la muestra reúne imágenes –la mayor parte son copias vintage, es decir, de época- de todos los movimientos que contribuyeron a consolidar la fotografía como disciplina artística de pleno derecho: la fotografía directa, que se aleja de las composiciones pictóricas, con Alfred Stiglitz a la cabeza; la nueva objetividad, aparecida en Alemania en los años 20; la nueva visión, postulada por László Moholy-Nagy y la Bahaus; el muy personal mundo de los artistas surrealistas y dadaístas, éstos últimos con sus ácidos fotomontajes críticos con la realidad social o política de su momento; o la fotografía subjetiva que, de la mano de Otto Steinert, reivindica el carácter experimental y creativo de la fotografía. Pero también nombres ligados a la moda, como Helmut Newton o Irving Penn, llevaron su fotografía por derroteros indiscutiblemente artísticos. Ya en las últimas décadas del siglo pasado, la fotografía ha sido un medio privilegiado por artistas pop o conceptuales y está ligado íntimamente a algunos movimientos, como el land art (intervenciones en el paisaje) o a las performances.

Pero al mismo tiempo que la fotografía afirmaba su lugar como bella arte, otros fotógrafos la utilizaron para documentar una realidad turbulenta. Dorothea Lange puso rostro a la miseria que generó la Gran Depresión en Estados Unidos tras el crash del 29 con su Madre emigrante. Otros autores, como Margaret Bourke-White, W. Eugene Smith o Robert Capa, superaron las restricciones que muchas veces encuentra el fotoperiodismo con sus ensayos fotográficos, proyectos que se empezaron a desarrollar con la aparición de revistas como Life, Fortune o Look. “El siglo XX es la historia de vidas humanas afectadas por muchas tragedias, con dos guerras mundiales y grandes desplazamientos”, señala Koetzle, también comisario de la muestra, encantado de que el CBA se convierta durante unas semanas “en el Prado de la fotografía”. El comisario se ha encargado de establecer un diálogo entre las fotografías de las paredes y las vitrinas que reúnen catálogos, revistas y libros que contribuyeron a crear, a través del papel impreso, el imaginario histórico de varias generaciones.

Veracidad frente a manipulación; objetividad frente a subjetividad. El recorrido de la exposición culmina en la sala de exposiciones del Canal de Isabel II con autores como Jeff Wall, Cindy Sherman o Joan Fontcuberta, que, en palabras de Rubio, inciden en la capacidad de la fotografía documental “para mentir, de ser portadora de una realidad subjetiva, parcial, reduccionista”. En otras palabras: nada, ni siquiera lo aparentemente más real, puede ser lo que parece.

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Algunas consideraciones acerca del arte oriental

5 05 2008

Dice Coomarswamy: La obra de arte oriental nunca se hizo más que para ser usada, ni para ser mostrada en otro lugar que aquel a que se la destina. Siempre fue producida para satisfacer una necesidad humana específica. No existe un arte meramente decorativo. Y, como las necesidades fundamentales de la vida, físicas o espirituales, son las mismas para todos, las obras de arte no requieren de explicaciones.

 La razón de ser es el tema en el arte oriental y es el tema lo que debemos captar si pretendemos comprender la obra más allá de que nos guste o no nos guste. Al artista tradicional no le importa cuán bellamente compuso su obra sino cuán inevitablemente expresa su tema. Para él contemplar una superficie estática como un fin en sí misma (porque es bella) es mero fetichismo. El arte siempre está al servicio de una significación de algo.

 De aquí la importancia del conocimiento del para que fue realizada una obra par poder arribar a un juicio artístico, el cual consiste en saber en que medida la cosa en cuestión fue hecha bien y fielmente.

 Al igual que al artista se le exigen en primer lugar que sea lo que ha de representar, también el espectador sólo puede conocer lo que se ha representado cuando se convierte él mismo en el tema de la obra y ve que esto lo expresa a él mismo.

 Un conjunto de obras de arte tradicionales de Asia implica un desafío directo a nuestra suposición, demasiado ligera, de que el arte es meramente un espectáculo o, en cierto sentido, un modo de evadirse de los problemas de la vida. Cada obra implica que allí no solo hay algo para ser visto sino conocido. Son obras de arte inteligibles y expresivas de primera intención. La belleza que pueda entrañar una obra es siempre un bien, pero nunca un bien final; las obras de arte son como nueces a las que hay que despejar de su hermosa cáscara si se quiere percibir y apreciar la imagen que está más allá de los colores.

 La perfección del arte se alcanza pues realmente cuando la operación intelectual, el arte en el artista, por el cual él trabaja, resulta en la forma completa de las obras que hay que hacer, que entonces se origina sin cálculo en el artista.

Es de primera importancia, si queremos evitar no comprenderlo en absoluto, darnos cuenta que las apariencias que presenta la obra de arte no son, o lo son sólo accidental e incidentalmente, evocadoras de percepciones visuales. Ni siquiera el paisaje chino es una vista tal como lo entendemos nosotros, sino más bien, y mucho más, una conversación alusiva (y solo para nosotros elusiva) sobre los principios conjuntos de la existencia. El artista concibe en una forma imitable la idea del objeto hacia el que su voluntad se dirige. Antes de que se corte el árbol ya tiene una imagen mental clara y definida de la estatua acabada. Para que esto sea posible, el artista no debe estar distraído por deseos o pensamientos de sí mismo, y esto es lo que significa pintar sin engreimiento en el corazón. El debe transferirse en lo que imagina, permaneciendo él mismo solo potencialmente. Y aquí es donde interviene el dhyana, tchan, zen; ya que la observación seria inútil, al no haber nada en el universo, estrictamente hablando, imitable; no se puede reproducir un árbol pensado, ni las ideas pueden más que abrigarse.

 Y habría otra peculiaridad del arte oriental y otros artes tradicionales, el repetir fórmulas transmitidas. A un occidental puede parecerle que estas artes, en las que se expresan los mismos motivos y se emplean los mismos símbolos durante períodos de miles de años, son monótonas. El observador moderno acostumbrado a la idea de la propiedad intelectual, fascinado y confundido por el atractivo del genio, y a pesar del robotismo de su propio ambiente, habla de clichés y de diseños estereotipados, y ve en las obediencias del artista una especie de esclavitud, pues es incapaz de concebir lo que significa pintar sin engreimiento en el corazón. Se puede decir que mientras en las sociedades unánimes hay variedad en la semejanza, en las sociedades individualistas hay una uniformidad en toda variedad.

Toda obra de arte es, de este modo, potencialmente un soporte de la contemplación—n; la belleza formal de la obra invita al espectador a realizar por su parte un acto espiritual, del que la obra de arte física no ha sido mas que el punto de partida.

El arte como un camino

En occidente sabemos vagamente que Do es una palabra que se encuentra en unas cuantas artes japonesas… Ju Do, Karate Do, Ken Do, Aiki Do, Sho Do… Do significa camino, vía. Proviene del chino: Tao.

Añadir el sufijo Do a un arte, significa que en este arte se busca el perfeccionamiento por una búsqueda del Do, es decir, por el autoperfeccionamiento. Pero este Do no se practica. El Do es la manera, el espíritu utilizado en la ejecución de este arte, y este espíritu, esta vía, sería la expresión del pensamiento Zen.

El espíritu del Zen no tiene nada que ver con las técnicas que constituyen la práctica de las artes consideradas, pero se expresa a través de la práctica del arte.

 El espíritu del Zen se caracteriza por un estado de concentración mental. ¿Pero que concentración? El pasado se alejó de nosotros, el futuro aún no ha llegado. Estamos en un ahora constante. Hacia donde nos desplacemos estaremos nosotros aquí. Todo lugar es aquí para nosotros.

 Aquí y ahora. Tan solo lo que estamos haciendo en el mismo momento tiene realidad y por tanto importancia. Por lo mismo que no podemos estar fuera del aquí y del ahora, esto tiene que atraer toda nuestra atención, tenemos que ser perfectamente conscientes de lo que ocurre aquí y ahora y concentrar toda nuestra atención en ello.

Cuando se capta esta idea, desaparecen las diferencias entre cosas importantes y cosas insignificantes: todo tiene el mismo valor

Ante cualquier obra Zen o expresión del Zen, el occidental se encuentra totalmente perdido, no entiende prácticamente nada; y peor aún cuando piensa haber entendido, entonces se equivoca verdaderamente. El problema reside en las formas de la expresión. Una obra occidental por lo general está dirigida a la inteligencia o a los sentimientos del espectador. El artista Zen se dirige a la intuición y a la sensibilidad.

 Hitoshi Oshima, en su libro sobre el pensamiento japonés, luego de una recorrida sobre sus ires y venires, concluye dando una preferencia a la mentalidad mítica como base de la tradición de Japón. Concluye diciendo que la historia del pensamiento japonés es inconcebible sin tener en cuenta la persistencia de la mentalidad mítica del pueblo japonés. Es un tipo de pensamiento que no crea filosofías trascendentales como la tradición India, China o Europea, al dificultar por su propia característica la distinción entre lo teórico y lo práctico, lo ideal y lo sensorial. Concluye su ilustrativo libro diciendo que tiene la fuerte impresión de que un poeta como Matsuo Basho puede expresar mejor que cualquier filósofo de su nación lo esencial del pensamiento japonés. Desde luego, expresar una idea a través de un concepto abstracto, como suelen hacer los filósofos, es algo que se sale de los límites de la imaginación japonesa; pero un poeta japonés sabe mejor que nadie expresar la idea a través de los signos o símbolos codificados. Veamos en el siguiente jaikai, como el poeta Basho expresa impecable y muy concisamente la idea abstracta de la eternidad:

  

Furu ike-ya / kawazu-tobikomu / mizuno-oto

Alejo estanque / inmersión de una rana / chasquido del agua

Con este ejemplo podemos llegar a la conclusión de que no es suficiente leer libros escritos por los pensadores japoneses para comprender el pensamiento japonés; es necesario observar las bellas artes, la poesía japonesa y la vida misma del pueblo para alcanzar esta finalidad.

 De todos modos es de destacar que, en esta recorrida prolija a lo largo de las manifestaciones del pensamiento de su pueblo, Oshima nos advierte: En occidente está muy extendida la creencia de que el budismo Zen fue lo que más influyó en el pensamiento japonés, creencia equívoca… que puede tener múltiples orígenes. Nos dice que hemos llegado a creer que el budismo Zen como si se tratara del elemento más importante de la vida mental japonesa, pero que difiere mucho esta opinión de la verdad histórica. Nos dice:  Zen contiene un proceso de negación, un proceso dialéctico que el pensamiento japonés apenas concibe. Es cierto que el Zen fue aceptado durante siglos en Japón, pero ello no significa la asimilación de este pensamiento, sino la identificación equivocada de lo ilógico-superlógico del budismo Zen con lo ilógico tradicional del pensamiento mítico japonés.

 Por esta carencia de asimilación del budismo Zen, el japonés en su gran mayoría no se interesa en los diálogos enigmáticos llamados koan; se contenta con practicar los actos de meditación o los servicios que son exigidos en los templos.

 Conclusiones estas un tanto inquietantes debido a nuestra común creencia en la presencia del Zen en el espíritu japonés, creencia debida quizás, a nuestra propia confusión, igual a la que denuncia Oshima luego de un riguroso estudio filosófico. A nosotros occidentales y a una gran mayoría de sus connacionales, les ocurre que, cuando hablan de la influencia del Zen en las manifestaciones populares y artísticas de su patria, en realidad, bajo el nombre de Zen, se está señalando el antiguo carácter mítico japonés y no la abstrusa filosofía muy poco comprendida de este y de aquel lado de la tierra aun cuando se diga lo contrario. Digamos así, que una gran mayoría de sus adeptos, bajo un punto de vista más purista, fueron seguidores de un Zen adaptado a su sentir intrínsecamente mítico, pero distante de la filosofía que aquella escuela sustenta.

 Esto es si tenemos en cuenta un estudio exhaustivo filosófico. Pero es indudable que, aunque sin comprenderlo plenamente quizá, como sugiere Oshima, bajo su tutela se desarrollaron varias artes, desde el Cha-do, la ceremonia del tŽ, el Ka-do o ikebana, las artes marciales, la poesía, la pintura y muy cercana a ella, el Sho-do o caligrafía.

(http://artelatino.com/articulos/arteoriental.asp)